Las burocracias en la historia: siempre al servicio de los de arriba
Hablamos en esta edición de Cuba Nuestra (que usted puede leer en www.cubanuestra.eu), sobre el congreso socialdemócrata cubano, sobre Jesús Carreras Zayas y el Ché Guevara sobre el “Trastorno por déficit de atención con hiperactividad”, sobre una epidemia de suicidios dentro de la juventud de Estados Unidos y lo mal que lo están pasando los ancianos de ese país, sobre el futuro de Egipto, sobre la exposición “Vidas Quebradas”, sobre la sagrada montaña de los Maho, sobre un Comité mexicano para la preservación de la Medicina tradicional, y entre otras cosas más, sobre nuestro amigo y colaborador Harold Alvarado Tenorio, sobre la vanguardia polaca y, concretamente en este editorial, sobre la sacrosanta burocracia.
En las sociedades comandadas por la nobleza como lo fue aquel imperio euro-americano que comandó el Rey Carlos Primero de España y Quinto de Alemania, la burocracia jugó un papel fundamental al servicio de la clase dominante, fue la estructura eficiente por excelencia, que le permitió a la corona lo mismo colonizar hispanizar y explotar sus posesiones de ultramar, que resolver de manera racional y eficientemente los problemas que causaban el mantenimiento de prolongadas guerras, lo mismo contra católicos,contra los protestantes, que contra musulmanes; la burocracia supo cumplir con honor una misión para la que a pesar de la época, parecía haber sido diseñada científicamente. Hoy, sin embargo, sólo vemos los aspectos negativos heredados de aquella burocracia que en definitiva siguió siendo la misma antes y después de las independencias (primero la de España de Francia y luego la de los hispano-americanos de “la madre patria”.
Algún día, sin embargo, se escribirán las loas de una burocracia que fue mucho más que un puñado de funcionarios y empleados corruptos, una herramienta capaz de funcionar con exactitud a la hora de alcanzar los fines para los cuales fue creada. En última instancia servir a las clases dominantes.
Así ha sido toda la vida, ni los movimientos inspirados en la utopía liberal, ni los que siguen, la socialista, lograron apartar a la burocracia de su misión clasista. Bajo las monarquías constitucionales o las repúblicas burguesas la burocracia a parte de defender sus propios intereses siguió sirviendo a las élites cuyo poderío ya no provenía de la sangre sino del bolsillo.
La cosa no fue mejor para el pueblo llano con los experimentos “comunistas”, donde la burocracia, se convirtió ella misma en la clase dominante, una clase amorfa y anónima, que parece manejada por un líder, pero que en el fondo, y aunque no lo parezca es la que termina imponiendo su voluntad.
De la crítica a los burócratas
El sociólogo alemán Max Weber, parece haber sido, sino el primero, al memos uno de los más preclaros estudiosos de ese fenómeno que llamamos la burocracia, la cual, en sus escritos es destacada como un tipo de organización administrativa eficiente, un instrumento racional que en menos del estado sirve para controlar de manera efectiva a los seres humanos.
Por eso, cuando se critica a los burócratas por apartarse de tan honrosa misión, lo que se les esta diciendo es precisamente que están dejando de ser lo que son elementos de una gran maquinaria que opera con una lógica “irrebatible”, en alto grado inhumana, como llega ser la razón cuando se propone alcanzar, no la felicidad de esté o aquel, sino la consolidación del poder de ese todo que es El Estado.
Max Weber
Así, sin la burocracia resulta impensable el funcionamiento de la sociedad moderna. Hay burocracia estatal, pero también política, empresarial, incluso militar. Y donde quiera que esté, solo podrá sobrevivir en cuanto sepa asumir su misión fundamental, que no es la de velar por los intereses de cada uno de sus miembros, sino por los de la institución que le alimenta, los burócratas son en este sentido como células de un organismo, a las que lo que menos le conviene es desarrollar ese tipo de cáncer que es la corrupción. Por eso cuando la corrupción hace en entrada y con ello el daño a la institución o asociación a los que los burócratas sirve, la primera que corre peligro es la propia burocracia y es ella misma la que se ve obligada a generar defensa contra aquellas partes “blandas” que le amenazan. En tal sentido lo que estamos viendo en Cuba, no es una critica externa de la burocracia, sino la implementación de mecanismos internos de defensa que le permitan seguir siendo lo que toda la vida ha sido, el poder indiscutible e inapelable del buró: la oficina.
Una pelea cubana contra la burocracia
En los últimos cincuenta años la burocracia cubana ha sufrido varios embates, el primero fue cuando esta fue tomada por asalto por una nueva élite, cuyos proyectos de transformación, para bien o para mal de la sociedad, chocaban con todo lo reglamentado y establecido en la república. La mejor expresión de esta primera pelea contra los demonios la tenemos en la película de Tomas Gutierrez Alea, “La muerte de un burócrata”, en lo superficial parece una critica justa de la ineficiencia, muy a tono con aquella que el deshielo Jruchoviano permitía en la URSS, modelo de la nueva sociedad a construir.
En el fondo se escamoteaba las verdaderas razones de la guerra a la vieja burocracia, la de romper con toda traba que impidiera la transformación del cuerpo de una clase para los otros, en este caso empresario, potentado y propietario en una clase para sí misma, legitimizada en su supuesto servicio a la clase obrera.
El segundo gran embate vino a mediados de los años ochenta, cuando el sector político de la burocracia la emprendió con su parte tecnocrática, temiendo, ante la imagen de lo que pasaba en el antiguo campo socialista, que la segunda, cumpliendo con su misión de racionalizar el funcionamiento de la economía terminara por convertir en absoluta a la segunda, como si fuera posible en el caso cubano realizar aquel sueño Saintsimoniando de dejar a la sociedad sólo en manos de los “industriales”.
La tercera arremetida contra la burocracia, como el anterior viene desde dentro de ella, ahora el movimiento es en sentido no de fortalecer la tecnocracia, sino de adaptarse a un un modelo tan o mas “liberal”, que el que intentaron implementar los tecnócratas descabezados durante la “rectificación” de los tardíos ochenta.
La expresión de esta nueva lucha, no la tenemos en el cine auspiciado por el régimen, aunque debemos de reconocer que se está tolerando un cine alternativo que da duro y en el blanco a todas las expresiones del burocratismo, incluido el policíaco.
El síntoma de esta nueva campaña lo tememos en el artículo recientemente publicado por Granma bajo el título de “Burocratismo, de regla a excepción“, que firma Félix López.
El trabajo comienza cantado loas a la efectividad de la burocracia militar cubana, a decir del autor pioneras en la organización, en la planificación, en el perfeccionamiento Empresarial , así como en la implementación de pagos por los resultados reales del trabajo. Habría que ver hasta que punto es verdad. En cualquier caso en el mundo de López los burócratas de las Fuerzas Armadas Revolucionarias estarían a años luz de los otros, los malos, los que se enquistas en la economía para rehuir la exigencia y responsabilidad . Y llama la atención el ejemplo que nos trae a colación, el de una burócrata de medio pelo que le dificulta al cuenta-propista la obtención de la licencia, como si nunca hubiera existido aquel otro burócrata de uniforme militar, que no sólo dificultó, sino que prácticamente impidió durante años la existencia del mismo trabajador por cuenta propia; pero ese no es el burócrata que importa en esta historia, sino aquel otro, al de la base, al que que le están llamado, a cambiar de mentalidad, aprenderse de memorial las nuevas reglas de juego y sobretodo a ponerse las pilas para que cumpla la misión de facilitar la actualización del modelo económico cubano.
Se habla de los pequeños intereses creados, de aquellos a los que : “no les conviene que cambie el sistema de enredo, dilación, impunidad y la “multa” o “mordida” para que un trámite cualquiera llegue a feliz término y de los que disfrutan sus ocho horas diarias de verdugos, haciéndole la vida infeliz y amargando a todo aquel que intente remontar el Gólgota de las licencias, los permisos, los autorizos, y toda clase de trámites y papeles que permiten la existencia de una plaga parasitaria en el seno de la administración pública.
Pero también se habla de los demás de los burócratas, los auténticos en sentido weberianos: esos que obran bien, nos dan alegrías y hacen que no se pierda el optimismo y se pida que se les de espejo público, en la regla y no en la excepción.
No nos cabe duda de que la burocracia cubana, como en tantas otras ocasiones sabrá cumplir la misión asignada, lo hará hoy con la misma efectividad con la que mañana podría ser la gestora de una transformación radical de la sociedad, en dirección a una economía y una política de corte liberal, si comprenden que con ello puede salir beneficiada.
Que nadie se llame a engaño, ni se crea el cuento de revoluciones desde abajo, ya sean de terciopelo o de color naranja, los cambios se dan cuando ese demiurgo universal que es la burocracia decide “dejar pasar”, eso fue lo que pasó en Rusia, está pasando en Tunes en Egipto, pasará mas temprano que tarde en China y sin duda alguna en Cuba. Entonces la veremos de nuevo, reciclada e imbatible, pisando las tumbas de sus amos de ayer y colgado en las paredes las fotos de los de hoy a los sempiternos burócratas, siempre útiles y necesarios allí donde el estado-nación los demanda.
Cerremos pues este editorial parodiando la vieja consigna comunista: los hombres mueren (incluso los partidos) la burocracia es inmortal.